“No creo que nadie conozca el paraíso, porque los paraísos están basados en mentiras.”
Paradise, The Stranglers, 1982.
Utopía y paraíso no tienen por qué resultar términos sinónimos.
Los comerciales de constructoras, inmobiliarias y bancos así nos lo representan.
De hecho, la historia demuestra lo contrario, enseñándonos que la mayoría de utopismos no han resultado en absoluto el paraíso de progreso, igualdad y bienestar estructural e ideológico que pretendían establecer para sus miembros. O, para ser más técnicos, la utopía normalmente llega a ser distopía, utopía indeseada donde la realidad transcurre en términos opuestos a los de una sociedad ideal, frecuentemente emplazada en el futuro cercano donde las consecuencias de la manipulación y el adoctrinamiento masivo –generalmente a cargo de un Estado autoritario, totalitario o directamente dictatorial- conducen a sus ciudadanos a un control represivo y absoluto, la manipulación y la eliminación de todas libertades e incluso y justificadamente la desaparición y exterminio de sus miembros bajo una fachada de benevolencia.
Paraíso. Del mismo modo, los paraísos siempre ofrecen una imagen de idealismo bajo la pátina del placer per se (imaginemos un resort all inclusive, por ejemplo) seduciéndonos con sus atracciones y saciando nuestras pulsiones para finalmente convertirse, tras un breve período de tiempo, en una mera ilusión de felicidad. Y de buscar la utopía huyendo del paraíso (y de su minisociedad de locos náufragos) Guilligan podría acabar encallándose como un náufrago a orillas de una playa que, por sus características espacio temporales podría ser cualquier playa, de cualquier territorio o isla, de cualquier paraíso individual o paraíso colectivo con MacDonald´s y pornografía, cerveza holandesa, poleras compradas en viajes (o en la tienda china de la esquina), o, más concretamente, en el no-lugar en el cual nos encontremos (o no, porque no existe) y que a la manera clásica del término u-topos (no lugar) sencillamente nunca existió y por tanto designa una localización inexistente o imposible de encontrar. O sencillamente podría acabar a la deriva, como el capitalismo que transmutó su ADN y que necesita como un remedio más a la pandemia de la soledad. Tomás Moro contextualizó Utopía como una isla perdida en medio del océano cuyos habitantes habían logrado el Estado perfecto: un Estado caracterizado por la convivencia pacífica, el bienestar físico y moral de sus habitantes, y el disfrute común de los bienes. Y, paralelamente, certificó la imposibilidad de su existencia.
Pero fijémonos ahora en la balsa. La imposibilidad de la utopía en el no-lugar por antonomasia: la balsa de salvamento o la isla personalizada que se mueve. Lo más lejano al paraíso. ¿Por qué aquí?...¿Por qué ahora?...por la idea del espacio galerístico como una pecera donde presentar esta realidad humorística pero trágica de un sociedad en decadencia. En sí misma la balsa es una cárcel abierta donde los presos no pueden escapar si no quieren ser devorados, un panóptico sin vigilante ni vigilado, una liberación frustrante, un noparaíso de ilusión vehículo hacia una utopía ingobernable, el mensaje de una idea, la escena de un acto de supervivencia por canibalismo como en el boceto no desarrollado de La Balsa de la Medusa (1819) de Théodore Géricault.
Esta obra resume el grito de una generación por recuperar la conciencia de clase con utópico pensamiento emancipatorio. Yisa arma esta instalación con restos de una sociedad a la deriva. Una obra sobre la desesperación y la esperanza. Una pieza sobre la única posibilidad que le queda al desdichado náufrago (aunque paradójicamente haya sido abandonada y esté desierta), el catálogo de las frustraciones y perversiones de un ciudadano, de una ciudad, y de un país que sólo mira al mar como vía de escape. Y también y principalmente, la sublimación de la paradoja: no sólo es el no-lugar, es el no-paraíso, pero sobretodo es el no-tiempo, la ucronía, lo que no está en ningún tiempo dado su carácter desmemoriado.
¿Dónde está el infortunado Guilligan?...¿Por qué se subió a esa balsa?...¿Intentó huir y fue devorado?...¿Se devoró a sí mismo?...
Fue un náufrago más del capitalismo encallado en una playa paradisiaca en un viaje a la deriva hacia el sueño (sud)Americano del progreso.
Un sueño que anteriormente era precario, y que ahora es pobre.
César Novella Alba Historiador del Arte
Descripción de imágenes y ficha técnica:
1) Imagen de invitación de exhibición Guiligan realizada en Galería Tajamar
2-5) Instalación Guiligan. Instalación objetual sonora, pieza de sitio especifico, cartones, madera cámaras de auto infladas, soga , sacos de urea, basura y grabación de gaviotas sonando por amplificador sonoro.
6-7) Zoom que muestra materiales residuales con los que se construye la instalación de láser presentada en galería tajamar donde se simula una balsa o patera
8-9)Modelados digitales donde se cambia el piso por mar para poner en contexto la situación a la cual se refiere la pieza misma.
10) Instalación escenográfica realizada para Galería Tajamar aprovechando su espacio de tipo pecera.
11-12) Imagen de dibujo animado y serie Gilligan Island de la cual la exhibición instalación coge el nombre para su Marco teórico.
This piece resumes a generation’s cry for recovering the conscience of class, with an utopian and emancipatory mind.The installation is configured with the leftovers of a society adrift. A piece about desperation and hope. It was one more of Capitalism’s shipwrecks, agrounded in a paradisiac beach, during the journey to the (south) American dream of progress. A dream that used to be precarious, and now, is just meager