“Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches, se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remaches ves llorar la Biblia junto a un calefón...".
Tango argentino compuesto en 1934 por Enrique Santos Discépolo
Nos sabemos rodeados de basura, tanto material como simbólica: comida basura, telebasura, correo basura, basura espacial, empleo basura... Atrapada entre el pasado y el presente, la chatarra es demasiado vieja como para mantener su valor de uso pero todavía demasiado joven como para ser elevada en el pedestal de lo antiguo. Por eso, operar con con aquello desvalorizado y despreciado, con los detritus de la vida urbana, se convierte inevitablemente en gesto político y herramienta histórico-filosófica. El objeto desechado y recuperado participa de un momento limítrofe que hackea las lógicas del capital.
En la serie iniciada en Berlín, Yisa construye dispositivos estético-conceptuales que ponen en práctica la poética preconizada por el Conde de Lautréamont con su «bello como el encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas». Sus esculturas funcionan como ejercicios paratácticos en los que un único elemento copulativo -la brida- entrelaza objetos extraños entre sí. Esto es, zapato-zapato; cadena-tenedor-tenedor; tablero de ajedrez-sartén…
En otra de sus series, Yisa conforma sistemas más complejos en los que todo tipo de residuos se adhieren: cascos de moto apilados, tubos fluorescentes que atraviesan colchones, bolsas y umbrellas amontonadas en carritos de supermercado… Se produce entonces un proceso de osmosis en el que los elementos de naturaleza inorgánica, Disjecta membra del Antropoceno, intercambian moléculas significantes. Cada obra deviene una formación entrópica que actúa por adherencias entre las que se establecen flujos, contaminaciones, trasvases. Deleuze llamó agenciamiento a esa relación de co-funcionamiento entre elementos heterogéneos que comparten un territorio. De este modo, el artista ya no es un creador ex nihilo sino un montador, un reciclador de materiales ya hechos, un coleccionista de objetos, un chatarrero.
Como Duchamp supo ver, lo verdaderamente significante está en aquello infraleve, en los evanescentes actos de la vida cotidiana. También lo intuyó Georges Perec cuando nos animó a fijarnos en “las cosas comunes”. Igual que ellos, Yisa nos invita a interrogar el neumático, el balón, el guante, la tabla de planchar.... Al llamar la atención sobre estas ruinas de lo existente aparentemente fútiles, nos recuerda que la basura es materia compleja. Ante todo, ésta implica una categorización ontológica cargada de connotaciones políticas, éticas, ecológicas a la vez que un claro sesgo socioeconómico ¿Qué es la basura? Bajo la lógica capitalista, la basura se convierte alegoría de lo subalterno, de lo otro, de aquello que el sistema rechaza y niega su valor. Restituirla es entonces un acto de resistencia.